martes, 24 de marzo de 2020

RELATO - LA MUERTE QUE SE ARRASTRA

Queremos poner nuestro granito de arena para que el confinamiento se pase de la mejor forma posible. Entre nuestras iniciativas, hoy comenzamos la de relatos cortos, una serie de relatos de entre 15 y 20 paginas de diversas temáticas.

Hoy presentamos: La muerte que se arrastra. Relato cómico mitológico sobre un hombre que sufre un accidente y es enviado al infierno. Tendrá que convencer a los responsables de que el no merece estar allí, ni siquiera está convencido de si está muerto...

Recomendación +16 años


LA MUERTE QUE SE ARRASTRA
(Creeping Death)…Yes!...I´m creeping death

Heme aquí tumbado, entre un cactus y un árbol más espinudo que el propio cactáceo. Medio muerto me encuentro ya. ¿Qué terribles infortunios me han arrastrado a dicha situación? Primeramente mi apetito sexual; segundamente, ¿se puede decir segundamente?, la intachable cautela de mi compañera senti-sexual: Florinda.


¿Y dónde puedo comprarlos? – En casa Manué - ¿Y dónde está eso? – Por allí – dice señalando a un pedregoso y polvoriento carril – a unas veinte millas, en Tagartera.
 El que pregunta soy yo, la que responde es una anciana lugareña. Yo diría que resulta casi irrisorio que vaya a morir por empecinarme en practicar el coito y diría también, que tiene cojones que llevando tres años y seis meses, que se dice con cinco palabras: tres-años-y-seis-meses, son cinco como pueden ver, mi novia, Florinda, no acceda a realizar el acto sexual sin un preservativo. Pero el colmo de lo que tiene cojones es que no cejando en mi empeño, salga del hotel y me disponga a comprar el citado producto, no habiéndolo, ¡cómo había de ser!, en la localidad en que me encontraba, llegando así a la conversación citada con anterioridad.
Intento explicar a la anciana lugareña qué es un preservativo, no lo comprende, ¡un condón!, no lo comprende. ¿Entiende usted mi idioma? – pregunto. Pues claro que sí – responde muy brava la anciana. Ya me lo parecía, en fin, le cuento que estamos mi novia y yo en el hotel del pueblo, recién casados (licencia literaria esto último), de luna de miel (otra licencia) y que necesito una protección para el pito, un globito, para que mi novia no quede encinta y me arruine el resto de la vida. La anciana lugareña acaba entendiendo y me señala como ya saben ustedes el pedregoso y polvoriento camino que conduce a Tagartera, otro pueblecito situado a veinte millas, en cuya entrada queda ubicada la Casa Manué, tienda ésta de comestibles y souvenirs, que a lo mejor, dijo la anciana, tenía de eso.
Así, con la moto que habíamos alquilado para el viaje, me dirijo a Tagartera. Calculo que a medio camino, en una curva a izquierdas, habiéndome aproximado en exceso a la cuneta del carril, mi faz impacta de lleno contra uno de los brazos de un cactus con gigantismo (por el tamaño). Cáigome de la moto saliendo despedido, aguijoneado y dolorido, hacia el exterior del carril. Creo que me he partido una pierna y varias costillas; utilizando el método presión-cantidad de dolor, yo diría que sí, que el diagnóstico es acertado, pero no teniendo el equipo radiológico necesario, lo dejaré sin confirmar posiblemente hasta mi autopsia.  



¿A qué me recuerda? 25, fun, fun, fun…ese fun, botella de anís, zambomba y cascabeles; exactamente, cascabeles es lo que oigo y no doy crédito. Sí, querido lector, una serpiente de cascabel me mira como diciendo ¿qué haces tú por aquí, valiente? Excúsenme si no expreso miedo o temor alguno, no es ni valentía ni desvarío, pero es que no lo sentía; estaba totalmente indignado y contrariado con el devenir del día, y les diré algo más, después de verla lo primero que pasó por mi mente fue: ¿Por qué no baja un O.V.N.I., me abduce y algún tipo verde-grisáceo me mete un dedo en el culo a ver si quedo preñado? ¡Es que no hay desierto!, ¿verdad?, ¡pues no!, la bicha quiere pasar por donde estoy yo.
En vista de la ingrata compañía, lentísimamente, saqué una pequeña navaja del bolsillo derecho de mi pantalón para dado el caso utilizarla como elemento hostigatorio. Movimiento-¡dolor!-gruñido-espasmo-ataque. No le hizo falta más, saltó como una centella inyectándole su cicuta a mis botas Pánama Jack. Intenté reincorporarme y millones de puñales se clavaron en mis costillas, pierna y rostro, cayendo exhausto al suelo del que apenas me había levantado. ¡Tendrá cojones! – grité - ¡es que no hay desierto!
 En los documentales había escuchado que ellas nos tienen más miedo a nosotros que nosotros a ellas, e incluso visto que, ante una amenaza intentaban escapar antes que atacar. ¡Ay, David Attenborough!, ¡qué capullo eres! Claro que, bien mirado, ¿qué amenaza representaba yo?, tirado en el suelo, roto, inmóvil, perforado y con una navaja de chiste en la mano derecha. Capaz era de tragarme allí mismo bien analizadas las circunstancias.
El caso es que al final se quedó a gusto, una nueva acometida y un certero mordisco en el tobillo; en cualquier caso debo decir que no me sorprendió en absoluto, ya suponía yo que al fin acabaría mordiéndome, ahora sólo faltaba el O.V.N.I., ¡aja!, ¡se mueve!, ¿pero qué hace?, ¡se pone a reptar a mi lado!, ¡tan pancha! Pues no amiga mía, de eso nada. Levanto la mano con la navaja cual espada de Damocles, ella se enrosca, intento asestar un mortífero golpe; retrae su cabezón y yerro. Es la pérfida alimaña quien arremete ahora e inocula por vez segunda su tósigo cerca de mi hombro izquierdo. Ataco a la desesperada lleno de ira homicida y ensarto su cabezón en los ocho centímetros de acero, de lado a lado la he atravesado, suelta coletazos a los cuatro puntos cardinales y no se puede sentir más dolor del que siento yo: además del propio suplicio de la caída, heridas varias, roturas, pinchazos…sumemos un primer mordisco: caída + heridas varias + roturas + pinchazos + primera mordedura = la sublimidad de los dolores. A la sublimidad de los dolores lo llamaremos x. Si a eso le sumamos otro mordisco, es decir, x + segundo mordisco, obtendrán como resultado: -E- Háganlo en sus casas, saldrá error porque no se puede resistir tal tormento; un colapso, un shock, un fallo respiratorio, coronario, no sé, algo…¡algo que le haga finar a uno!, pero no, a mí no. Me mira indignada, queriéndome hacer ver lo injusto de la situación; ella ha sido legal conmigo y sin embargo yo he utilizado armas. ¿Qué quieres, bicha?, la muerte es siempre injusta, ¿crees que es justo que muera hoy aquí? Tengo 27 años, ¿crees que eso es justicia?...
 Y así, créanme que es cierto, es como he llegado a estar entre un cactus y un árbol más espinudo que el propio cactáceo, con una serpiente de cascabel ensartada en mi navaja y con la mano izquierda intentando coger un pedrusco, no sé si para terminar con la malévola existencia de la bicha, o con la mía propia. Pero no, no haré ni una cosa ni la otra, siempre queda la esperanza de que alguien te salve, en cuanto a la bicha, no creo que merezca la misericordia y compasión de una muerte rápida.

El suicidio es un pensamiento muy feo, asfixiante. Se me ha pasado por la cabeza y no es sólo la esperanza lo que me aferra a esta vida, sino, el propio temor a la muerte. Mientras estoy vivo, no muero y ese mismo hecho de no morir implica tácitamente, no matarse. ¿Qué importa?, se preguntarán ustedes, ¿una hora?, ¿unos minutos más?, si además, se ahorra uno un dolor indefiniblemente insoportable. En mi deplorable situación debo decir que no, no creo que importe demasiado cuando la muerte es ya ineludible, sea o no uno rescatado, pero aun cuando seguramente fuese un descanso, la muerte nunca es deseable y uno se aferra a cualquier cosa, a una piedra amiga, a una bicha atravesada por una navaja, a mi cactus y a mi árbol. Será la intoxicación del veneno, pero no recuerdo ahora mismo más fieles e íntimos amigos que los que me rodean; qué considerados el cactus y el árbol acompañándome y velándome en estos momentos de dolor y sinceridad, son aquellos amigos que uno siempre llevará en su corazón; qué generosidad la piedra, esperando mi última voluntad, dispuesta a su pesar a proporcionar un último favor, el más doloroso, es el amigo con el que uno siempre puede contar; la bicha, amiga traidora, escogiendo la posibilidad más inquietante, es la amiga cómplice que siempre acaba rompiéndote el corazón, pero no la culpo, estaba en su derecho y, casi me alegro de haberla conocido, en estos momentos es una igual, una historia afín, sabe lo que siento y yo la comprendo a ella, los dos hemos luchado por lo mismo, conocedores del dolor,  nuestra unión es indisoluble porque uno es causa del tormento del otro. Ocho centímetros de acero y aún resistiéndose a abandonarme.

¡Qué calor!, menos mal que va anocheciendo, empiezo a no entender cómo logro resistir. Miro a la bicha que también se resiste a dejar la vida orgánica. Pensando bíblicamente, igual es el mismísimo diablo que disfruta de mi agonía final. Ella me mira con esas pupilas verticales que tiene, se le ve la maldad a la legua. No es por resultar contradictorio, la bicha tiene maldad, se le ve, pero algo hace que me sienta unido a ella; debe ser que vivimos la misma desesperación, o quizá que el mal siempre es una opción atractiva.

Cuando despierto es ya noche cerrada, ¡mira que si no hay manera de morirse!, y no es que lo desee, pero empieza a resultarme ridícula esta situación. Si uno se cae de una moto al chocar contra un cactus, se parte una pierna y varias costillas (por confirmar), es mordido vilmente por una temible serpiente de cascabel y queda sin auxilio tirado en medio de un desierto y, eso sí, antes de morir mata a su verdugo; queda uno digno, valeroso, resignado y sufrido ante los demás y luego, en el exequias finales todos dirán lo bueno y valiente que fue en vida. Un éxito. Si por el contrario uno impacta con su cara contra un cactus y cae de su moto, se parte una pierna y varias costillas (por confirmar) y una bicha caprichosa que deambula allende caíste, después de todo le muerde a uno dos veces antes de conseguir atravesarla  de lado a lado de la cabeza con una navaja de ocho centímetros de hoja y sin embargo, no matarla, súmenle a eso que ni uno mismo muere y la historia pasará a ser fábula y farándula de todo el mundo. Un fracaso. Una comedia.
La noche avanza, vivito todavía. No ha pasado aún nadie por el carril y empiezo a preguntarme ahora que tengo tiempo, ¿Por qué coño la imbécil de mi novia no ha mandado a alguien a buscarme? ¡Debo llevar aquí seis u ocho horas por lo menos! Siempre sospeché que mi novia era algo estúpida, ya sé que parece algo insólito opinar así de la novia de uno, pero así es, y que conste que no me mueve el asco que estoy empezando a tomarle. Definitivamente en cuanto la vea  le digo que lo dejamos. Lo nuestro no funciona, le diré: si después de tres años y medio no puedo meter sin condón, es que no funciona. Sí, va a ser lo mejor. Me apetecería, hablando de todo, comerme un tomate, no sé si será señal de que la muerte se acerca. Lo absurdo debería ser reconocido como ciencia dentro de la probabilística. ¿No es absurdo que uno se enamore de una persona que a su vez está enamorada de otra persona que a su vez está enamorada de otra persona y así en una sucesión infinita que raya lo absurdo?  Tan absurdo parece ser querer comerse un tomate a las puertas de la muerte como reconocer un amor verdadero que no corresponde a nadie.

Si muriera, sería una decepción. Nunca pensé que pudiese morir, morir joven quiero decir. Nunca tuve conciencia de una existencia corta, ni de que me quedara poco tiempo. Siempre pensé que viviría muchos años, que la juventud nunca se escaparía. Es curioso que a los 14 años uno piense que es mayor, y a los 17 cree saberlo todo. A  los 21 uno cree ser la esencia de la humanidad, a los 24 quisiéramos tener 17 sabiendo lo que sabe a los 24, y a los 27 entras en el periodo de las preocupaciones por lo futurible, aquí estoy yo, que no llegaré a pretender tener 14 años cuando uno ya a rebasado la treintena e intenta hacer ver el buen estado en que se conserva, pero ya no tiene 14, claro. Posiblemente sea una constante, uno nace y se cree viejo y cuando se ve cercano a la muerte piensa; ¿Por qué? ¡si aún soy joven!
El dolor vuelve, más fuerte que antes, más insistente y tenaz. Allí sigue la bicha, vigilándome, la piedra aún me hace compañía y el cactus y el árbol todavía velan por mí. Todo se le vuelve a uno trascendente y crucial cuando se ve próximo al fin. Caronte, Estigia,  las monedas…seguro que voy al infierno, y no es que considere que haya sido malo en vida, no tengo esa conciencia. Podré ver a Cerbero, a Plutón, a Flegias o al Minotauro y quizás pueda conocer a Virgilio, al gran Homero o a cualquier otro gigante del verso que me acompañe y  presente en sociedad. El cielo debe ser un lugar de lo más cojonudo. Creo que debe estar repleto de pecadores, lo veo así; si en vida no han pecado, será para poder hacerlo durante el resto de la eternidad, porque si en el cielo tampoco se pudiese pecar, ¿qué compensación tendría entonces ser un mojigato durante toda la vida? Seguro que se corren unos juergones de padre y muy señor mío, nunca mejor aplicada la expresión desde la invención de la escritura. Absurdo así, diremos pues, sería el resignarse a no tener recompensa, porque la eternidad no parece suficiente; también la tienen los pecadores aunque sea ardiendo en una fosa por los siglos de los siglos, y si el premio es no arder, ¡qué desfachatez!, cuando vivos tampoco ardemos, pero tenemos otros problemas, los mismos que arrastraríamos a la gloria eterna.

¡Ah!, ¡qué mal me encuentro!, si veo a Florinda le diré que lo dejamos, definitivamente la cosa no funciona. Menuda mantis herbívora está hecha, no hace más que comer cosas verdes. Que si no quiero huevos, que si no quiero queso… ¡pues no comas, coño!, ¡no estés siempre tocando los cojones con que si no sé cómo puedes comer de eso y no sé cómo puedes comer lo otro! Verás, del plato a la boca, mastico un poco y me lo trago, ya ves tú que secreto tiene, he venido a inventar la pólvora. Lo que me exaspera, querido confidente, es cuando alega que qué daño le ha hecho a ella un pollo, ustedes fíjense que pregunta, que qué daño le ha  hecho a ella un pollo…¿y qué daño te ha hecho a ti una acelga?, ¿es que estamos seniles o qué?, en fin, me parece a mí que el mundo anda demasiado bien (no en mi caso, claro está, que estoy apunto de inexistir), supongo que debiera haber algún tipo de preocupación mundial o, por ejemplo, volver al paleolítico medio con las capacidades racionales y de abstracción que tenemos hoy en día, algunos. Dándose ésta situación, comprobarían ustedes empíricamente como se les quitaban las tonterías a los comehierbas, serían una rama abortiva, como hoy en día, pero la cosa es que con los adelantos de hoy, es difícil que alguien muera de hambre, demasiado bienestar (pregunten en Etiopía si no me creen). Herbívoros, ¿Por qué se les llama vegetarianos en lugar de herbívoros?, ¡qué cosas tan extrañas!, comen vegetales que, véanlo como quieran pero hierbas son; vegetarianos, cómo se llama el que come de todo, ¿omnívoro?, qué palabra es ésa para designar que uno come de todo, no sé, no me identifico. Pero no desespere amantísimo lector, para eso está la etimología: omnívoro, encontramos por una parte la Ola Mla N y la I, es decir, OMNI=Objeto Masticable No Identificado; y por otra parte VORO, del latín voro: devorar, engullir. Tenemos pues que, omnívoro es todo aquel animal que ingiere y deglute cualquier tipo de objeto, bien sea a otros animales o a plantas, cosas y algas sin cerciorarse o saber a ciencia cierta su procedencia o ascendencia, por ejemplo un Woper o un Mc Pollo del Burger King y Mc Donald´s respectivamente. Ahora sí, afirmo que soy omnívoro. Todo queda tan claro cuando es bien expuesto. Bendita ciencia.
Consigo apoyarme contra el tronco del árbol, por un momento ha remitido el dolor y empiezo a cuestionarme qué clase de bicha es ésta. Me muerde dos veces y no me mata, vaya una parodia de cascabel. Tengo el brazo y el hombro inflamados hasta el punto de lo  grotesco, el tobillo ocupa todo el ancho del pantalón y la bota oprime mi pie cual si de una prensa se tratase, pero no consigo desatar los cordones, las costillas se clavan por la zona pretorácica y no me permiten reincorporarme. Observo de nuevo a la bicha, cada vez más grande y titánica, debo estar deshidratado, delirante, porque me parece tan grande como Godzillaun Basilisco gigante, y cómo me mira con esos ojos amarillos, qué mala sangre debe tener, eso sí, parece que se le han quitado las ganas de olisquearme con su lengua viperina. Está quieta, me vigila.
La corteza, a la que recubre el tronco del árbol me refiero, no tiene espinas, ¿quién querría comerse el tronco?, debe saber a…madera. No se está del todo a disgusto apoyado contra él, no sé que árbol será, un experto botánico como yo lo clasificaría en la familia de los “raros”, pero si saliera de ésta con vida, me compro tres. Ahora el cactus  queda en frente, y en frente también la moto con la horquilla y rueda delantera retorcidos como una garroba, el pedregoso y polvoriento carril a unos diez metros, y en su cuneta más lejana se distingue la silueta del mega-cactus que provocó tales desdichas. Se ve claramente como conseguí mutilar su acuoso cuerpo, ¡que se joda!
En estas horas contemplativas, tirado y dolorido, abandonado a la suerte (a la mala, claro), soportando sol, luna, veneno, caída, rotura, delirio, sed, abstinencia y demás…he reflexionado sobre algunas cosas, principalmente cercanas a la muerte, pero me doy cuenta que en ningún momento he sentido un especial terror ante ella, sí un cierto rechazo, un temor, pero no miedo,  y es que la verdad, mientras uno está vivo, no muere, parece una obviedad, pero es cierto. La muerte no llega con un paro general del organismo, no con un colapso del sistema cardiovascular, no con un shock general, la muerte llega en vida, creyendo uno que ya está muerto. Sólo existe una excepción, la muerte violenta, en la que uno muere antes de saber que está muerto, todo esto contando claro está, con que la vida continúe en algún más allá, que no creyéndolo en demasía, así espero que sea. Diáfano debe haber quedado ya, por otra parte, que en caso de la existencia del más allá, yo acabaré en uno de los círculos, espero que sea el primero, aun estando yo bautizado y habiendo conocido la fe de Dios, apelaré a su gracia infinita, alegando perdida de fe y esperanza por culpa de la humanidad. Llegaré y me haré el longuis ante San Pedro, él, que todo lo ve, no San Pedro, que a lo mejor también, sino, él, Él, no tardará en descubrirme; ¡Hijo mío!- dirá -¡hijo mío!, ¿crees que somos tontos o qué?, tu familia es devota, tu comunidad católica, apostólica y romana, tú estudiaste religión, cristiana por supuesto, desde primero de EGB hasta segundo de Bachiller; estás bautizado, has hecho la comunión, a partir de ahí equivocaste tu camino y ahora pretendes engañar al propio Dios con esa patraña…¡No Dios mío! – le diré yo - ¡no sé de qué me habla!, ¡ése de quién habla no soy yo! ¡Cómo te atreves!, -dirá iracundo. ¡Había que intentarlo!, pero permítame un último alegato. ¡No! – concluirá Él. Se abrirá el cielo bajo mis pies, caeré como espíritu sobre la Tierra. Cerca de Pekín atravesaré la corteza e infernaré en las puertas del Averno, donde algún funcionario
infernal dirá: ¡Número 67842056436504656354365SDKF3844382421!, ¡tú, imbécil! – señalándome a mí. ¿Yo?- señalándome a mí. ¡Sí, tú!, ¡no ves que es tu número! Debe ser, yo que sé.  No me hagas perder el tiempo ¡imbécil!, harás ronda, en vida te lo pasaste bien ¿eh?: lujuria, lascivia, injuria, violencia, blasfemia, ira…¡vaya, vaya!, círculos 2, 6 y 7. Pasarás un tercio de la eternidad en cada uno. Ridículo en su expresión, ¿qué es más, una eternidad o un tercio de eternidad?, ¿cuál es la tercera parte del infinito? ¡No!, creo que se equivoca – le expondré - quiero hablar con Minos, ¡yo voy al primero!, ¡a los que no conocieron la fe! (a ver si este pica). ¡Otro capullo!, Minos está de vacaciones – dirá el funcionario infernal- ¡envíenlo al purgatorio!, a la ventanilla de los no ubicados…¿estás seguro de que es al primero? ¡Seguro! – asentiré – el mismísimo San Pedro me lo dijo. ¡En fin!, toma un ticket, ve al aeropuerto de “Satánica” y coge el vuelo 173 destino el purgatorio, salida a las 16:30 APO (en el infierno no funcionan con los meridianos), embarque en la puerta 6. !Venga¡, ¡fuera de aquí y no me des más la vara!
Ya ven que en el imperio de Satán los funcionarios son tan ineptos o más que en nuestro planeta azul y más concretamente en nuestro país, España. Habrá quien piense que mi descaro ante Dios, San Pedro y el pobre funcionario infernal es una falta de respeto a lo santo y divino, pero mírenlo bajo mi prisma, ¿qué le pueden hacer peor a uno que enviarle a tres círculos distintos durante un tercio de eternidad?
En el purgatorio me recibirá un ángel funcionario. Sí, ¡por favor!, ¿la ventanilla de los no ubicados? – habré de preguntar. Sí, ¡yo mismo! – responderá. Pero, ¿y la ventanilla? – volveré a preguntar. ¡Es un decir!  - aclarará y continuará - ¿Qué problema se le presenta? Pues verá usted - empezaré –, he llegado al infierno y me querían meter en tres círculos distintos durante un tercio de eternidad cada uno, cuando a mi me dijo San Pedro que iba al primer círculo, así que ya ve, no es lo mismo una cosa que la otra. ¡Claro, claro! – comprenderá él. ¡Hombre, es que no vea usted, señor ángel, el cacao en que me han metido sin yo buscarlo! ¡Vaya, vaya!, en fin, tome este ticket y vaya al aeropuerto “Camino del cielo”, salida a las 22:45 APD, puerta de embarque 13. ¡Gracias y hasta siempre!...¡Siguiente!¡Espere un momento señor ángel! ¿Sí? ¿No podría darme un pase o algo así para ir al círculo primero? ¡No!, desde el purgatorio sólo se va al cielo, además, tenemos que verificar su destino de ubicación. Menuda mierda, cojo el aeroplano y otra vez al cielo, allí, como siempre, está el buen Santo.
¡Hombre!, ¡hijo mío!, ¿otra vez por aquí?...estos funcionarios…encima en agosto no hay más que sustitutos, con esto de los sindicatos, no hacen más que marearnos, ¿se puede creer usted que la mitad de los funcionarios infernales están de vacaciones?, ¡en Colombia!, ¡de vacaciones!, ¿se lo puede creer? No – diré atónito. ¡Pues ya ve!, esto es un caos. Por cierto, ¿qué le trae por aquí? Pues verá…bueno, antes que nada, ¿puedo hacerle una pregunta? ¡Sí hombre!, ¿de qué se trata? Es algo que me llama la atención; yo por aquí sólo veo una puerta, la suya, ¿Cómo hacen entonces para que las almas no se cuelen por el resto del infinito terreno del cielo si no hay vallas que delimiten la entrada? Ja, ja, ja, pues verás, ¿conoces aquello de la omnipresencia de nuestro Dios? Sí – asentiré. Pues es verdad, y si intentas cruzar el límite     – continuará – verás que los arcángeles guerreros no son tan pacíficos como debieran, mira que se lo hemos dicho, pero… -me hace un gesto para que me acerque y me susurra al oído – son los que lucharon contra Lucifer, y ya sabes, están un poco tarumba. ¡Vaya alucine! – diré– están ustedes muy preparados, y …esto…¿puedo preguntarle algo más? Pregunta hijo, pregunta. ¿Cómo hace para mantener esa melenaza que tiene? ¡Ja, ja, ja! Tiene gracia ¿eh? Y eso que en el Planeta me pintan calvo. Te sonará poco verídico, pero no hago nada, únicamente lo lavo día si día no con champú de huevo e infusiones de ortigas. Y le va bien ¿eh?Pues ya ves, aunque me gustaría tener un poco más de volumen – dirá mientras se toca las puntas. Es usted un buen Santo – le diré sinceramente. ¡Sí!, eso me dicen a menudo, eres tú un hombre agradable también. Qué increíble halago, pensaré, viniendo de un Santo varón. Ya sé   – continuaré – que son muchas las confianzas que me tomo, pero hay algo  que me he preguntado toda mi vida, ¡y toda mi muerte! A ver, prueba. Pues es que siempre me han dicho; los pecadores, lascivos y lujuriosos, los blasfemos y los violentos, los avariciosos y los soberbios, los injuriosos y …en fin, los pecadores, irán al infierno, los buenos y los justos; al paraíso, ¡al cielo! ¡Exacto! Pero, los no pecadores, que no cometieron un mal acto en vida, que no disfrutaron de ciertos placeres condenatorios sistemáticamente, me preguntaba si aquí en el cielo…la cosa se compensa…esto…¿me entiende?, quiero decir si aquí en el cielo…ya sabe…¡Ah muchacho!, ¡cuantos me habrán preguntado eso mismo!, ¡por lo menos 15 o 20 personas!...que la verdad, teniendo en cuenta los trillones de almas que habrán pasado por aquí, es una cifra ridícula, pero en fin, la verdad es que…
Ejem, ejem!!...Nos quedamos ambos callados. Es Él de nuevo. Así que de vuelta por aquí. Te atreves, hijo mío –empezará– a desafiarme, mintiendo y engañando a un pobre funcionario infernal, que ahora está llorando avergonzado y ultrajado por el vil engaño del que ha sido víctima. Lo siento – le diré avergonzado – pero véalo usted ¡oh poderoso!, de la forma que yo lo veo. ¡Explícate!, te escucho. Pues mire ¡Oh divino Dios! – rogaré noblemente– de niño creí en usted, creí fervientemente, pero el descorazonado mundo en que me ha tocado vivir hizo que perdiera la fe, pensé que Dios no permitiría ese hambre en el mundo, las guerras, las enfermedades y los padecimientos, asesinos, violadores y pederastas, hombres que matan a sus esposas y niños que asesinan a niños, hombres y mujeres que se arrastran por las calles y emporios que destruyen el planeta, países que doblegan voluntades, e iluminados que imponen libertades a golpe de cañón, políticos que sostienen armas y asesinos que se victimizan, todas las catástrofes y calamidades que a uno le hacen llegar a pensar que usted ¡oh todopoderoso!, no existe. Así lo llegué a creer yo, por eso le ruego, le imploro, que si me envía al infierno, cosa que seguramente merezco según el dogma; envíeme al circulo primero, siendo bautizado y nacido en conocimiento de la fe, deberían tener cabida en este primero, los que asediados por el horror del mundo, perdimos y olvidamos la fe, el amor al hacedor de todas las cosas.
Habrá un silencio de un minuto mientras me observaba paciente. Que recuerde – comenzará – pocos hombres  han pasado por aquí con tal descaro y desafío…uno de los últimos fue un tal Stalin, pero nadie me expuso tan clara y meridianamente sus razones, motivos y desalientos, así que, como el juez bondadoso y justo que soy, te enviaré al primero de los círculos, pero visitarás todos los demás para que veas y sufras los pecados que en vida carnal cometiste,  te arrepientas de corazón y ores dando gracias por la bondad infinita de que eres dado…
¡No te lo crees ni tú! ¿Eh?, ¿Quién?...Aquí, - dijo una voz aguardentosa – que no te lo crees ni tú. Qué sorpresas da la vida, la bicha me estaba hablando. ¿Qué es lo que quieres? – le digo. Nada, sólo dejar constancia de la muerte tan poco digna que me ha tocado morir, porque decir que me ha tocado vivir es …absurdo. Y lo peor es, –continúa – a manos de quien, de un ser demacrado, pensador de sandeces. ¡Cállate ya! –le grito – animal malévolo y ruin, te podría haber machacado ese cabezón que tienes con esta piedra justiciera, pero sería poco castigo para lo que mereces. ¿Poco castigo la muerte? – dice indignada - ¿Qué mayor castigo puede haber? No lo sé – respondo – ¿el infierno tal vez…? ¿tenéis las bichas cielo o infierno? Tener lo tenemos, pero es lo de menos, la pregunta sería, ¿existe el cielo o el infierno? Humano. Puede ser…puede ser que no, más bien diría que no. ¿Entonces? humano, ¿Qué otro castigo peor que la muerte se te ocurre? Se me ocurre que sufrir es peor que descansar. ¿De verdad? Humano, ¿después de tus deliberaciones me dices esto?, mientras se sufre se está vivo, eso ya es suficiente, notablemente por encima  que estar muerto, inexistente. Dime bicha…Tan típico de los humanos. ¿Eres bicha o bicho? Soy hembra. ¿Y tu descendencia?, ¿has tenido crías? Sí. Y ¿eso no te alivia los pesares de la muerte? No, en absoluto. ¿No? No. ¿Por qué no? Verás humano, he tenido cientos de crías, ¿crees que alguna de ellas soy yo? Más claro bicha, ya no estoy para acertijos. Humano, tú como yo somos más que un trozo de carne, un código; tú como yo somos un recuerdo, las vivencias, somos todos los sentimientos, un pensamiento, una forma de mirar, un gesto imperceptible, un sueño sin realizar, una esperanza reconocida, un amor impagable, somos…una vida inimitable. Todo eso, en suma, es lo que somos tú y yo, humano, y ni mil millones de criaturas nacidas de uno mismo puede compensar  la tragedia de la propia muerte, porque ellos no son yo, ni siquiera la mitad, son sólo un código compartido, eso es todo, es decir…nada. ¿Por eso tememos la muerte? Si humano, por eso temes la tuya. ¿Nada lo compensa? No. ¿Has amado? Bicha, ¿tampoco el amor consuela?¿Has amado tú? Humano. Sí. Dime entonces, ¿Qué has hecho con ese amor?, ¿Qué ha sido de él? No sé, desapareció. ¿Sin más? Sí, los caminos se separaron. Y después, humano, ¿has vuelto a amar? No,…no. He querido, pero no he amado a nadie como amé aquella vez. ¿Y te gustaría volver a amar? No creo que nos quede mucho tiempo bicha, pero sí, me gustaría. ¿Más que nada? Más que nada, es narcotizante, placentero. Entonces comprenderás que amar compensa la existencia, pero no la muerte, y comprenderás la vida cuando mueras, humano, igual que cuando no se ama se desea amar, cuando se muere se desea vivir; pero a mí, humano, no me hace falta morir para saber que deseo vivir. Sabes muchas cosas para ser un bicho inmundo…¿eres el demonio? No, humano, no soy el demonio, pero he tenido tiempo de pensar. Sabes bicha, antes pensé en machacarme la cabeza  con esta piedra, o machacártela a ti; la verdad es que duele de cojones tu mordedura. No diré nada de tu maldita navaja. Sí…¡te he jodido bien! Bueno, lo uno por lo otro. ¿Tú qué crees, que la muerte es el fin? Creo que sí. Ya. Si no, no temería morir. En verdad da miedo pensarlo. El miedo es un reino, humano…todos somos súbditos  como lo somos de la gloria, adiós humano. ¿Dónde vas? Quién sabe, humano.Adiós bicha…

¡Hola hijo mío! ¿Pero…qué…? Es la respuesta a todas las preguntas. Dime entonces ¿es la muerte el final? Ja, ja, ja…hijo mío…
FINE – THE END FIN
JOS

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